Las inundaciones provocadas por la DANA del 29 de octubre de 2024, que afectaron a la costa mediterránea española y a otras áreas del interior, han dejado un legado trágico en la salud mental de los sobrevivientes. Este evento, que causó la muerte de 236 personas y daños materiales considerables en 78 municipios de las comunidades de Castilla-La Mancha, Andalucía y la Comunidad Valenciana, ha sido objeto de un análisis exhaustivo para entender su impacto a largo plazo.
Un equipo de investigadores ha llevado a cabo una revisión sistemática de más de 800 estudios publicados en revistas de renombre, con el objetivo de proporcionar información relevante que mejore la asistencia a los afectados. Los resultados de esta investigación serán presentados en una monografía que estará disponible en noviembre.
Los hallazgos indican que las inundaciones repentinas pueden tener efectos devastadores en la salud mental, con problemas que pueden persistir durante al menos tres años. Aunque la prevalencia de trastornos como el trastorno de estrés postraumático (TEPT), la ansiedad y la depresión tiende a disminuir con el tiempo, en algunos casos, estos trastornos se cronifican.
Investigaciones previas, como la realizada por Public Health England, revelaron que un año después de una inundación, el 36,2 % de las personas cuyas casas fueron inundadas presentaban síntomas de TEPT, en comparación con solo el 7,9 % de quienes no sufrieron alteraciones en sus vidas. La ansiedad y la depresión también mostraron aumentos significativos en las poblaciones afectadas.
El estudio también identificó que ciertos grupos sociodemográficos, como mujeres, niños, adolescentes y personas con bajos niveles socioeconómicos, son más susceptibles a los efectos negativos de tales desastres. Además, se observó que aquellos con antecedentes de problemas de salud mental son particularmente vulnerables.
Las consecuencias secundarias, como las dificultades financieras y la pérdida de servicios básicos, también generan un estrés considerable y agravan los problemas de salud mental. Por ello, se hace necesario implementar medidas eficaces para minimizar estos efectos.
Entre las recomendaciones, se destaca la importancia de una coordinación efectiva entre los departamentos gubernamentales encargados de la prevención y la respuesta ante inundaciones. Esto incluye la preparación adecuada para eventos futuros, lo que podría reducir los síntomas de estrés postraumático en los sobrevivientes.
Además, se propone que los comités de emergencia integren a expertos en epidemiología y salud mental para asegurar un enfoque integral en la atención a las víctimas. La disponibilidad de profesionales especializados en salud mental y un sistema de vigilancia de salud pública que aborde los trastornos mentales son cruciales para una respuesta eficaz.
En conclusión, la evidencia científica resalta la carga significativa de problemas de salud mental asociados con inundaciones repentinas, que pueden perdurar durante años. Prepararse adecuadamente para futuros desastres es fundamental para mitigar estas consecuencias y proteger el bienestar de las comunidades afectadas.

































































