El pediatra Ignacio Ibarra de la Rosa se ha jubilado esta semana tras 35 años de dedicación en la UCI pediátrica del Hospital Universitario Reina Sofía en Córdoba. A lo largo de su carrera, Ibarra ha atendido a entre 10,000 y 15,000 pacientes infantiles críticos, dejando una huella profunda en el ámbito de la pediatría.
Un recorrido lleno de dedicación
Originario de Granada, Ibarra llegó a Córdoba en 1990, con la intención de trabajar por solo nueve meses, pero el destino lo llevó a establecerse en esta ciudad, donde formó su hogar junto a su esposa, quien también se jubiló como enfermera en el mismo hospital. Juntos, han criado a sus tres hijos, todos médicos, en un entorno donde la medicina ha sido parte fundamental de sus vidas.
Durante su trayectoria, Ibarra ha tenido la oportunidad de trabajar junto a grandes figuras de la medicina, como Armando Romanos, su jefe en los inicios, y cirujanos de renombre como Manuel Concha y Carlos Pera. Estos profesionales marcaron su desarrollo tanto personal como profesional, y su legado seguirá vivo en los nuevos médicos que han pasado por sus enseñanzas.
Avances en la atención pediátrica
Ibarra destaca que en sus 35 años en el Reina Sofía, la atención a los niños graves ha mejorado considerablemente. La llegada de nuevas técnicas de soporte vital y la modernización de equipos, como respiradores y sistemas de diálisis, han permitido atender casos que antes eran impensables. Por ejemplo, en 1991 introdujeron la diálisis en la UCI pediátrica, lo que ha permitido que pequeños pacientes vivan meses con corazones artificiales en espera de trasplantes.
“No podría medir en términos porcentuales cuánto ha incrementado la supervivencia, pero sin duda, hemos mejorado en el aspecto humano, permitiendo que los padres estén al lado de sus hijos las 24 horas del día”, comenta Ibarra, quien también ha sido testigo del crecimiento de pacientes que, años después, regresan al hospital como adultos, recordando su niñez allí.
La experiencia de Ibarra no solo se limita a la atención médica, sino también a los momentos difíciles. Recuerda un triste día de Navidad cuando un pequeño paciente falleció tras una larga lucha, pero también celebra historias de éxito, como la de una niña que, tras complicaciones en una operación de corazón, logró sobrevivir contra todos los pronósticos.
Con su jubilación, Ibarra planea disfrutar de su familia y continuar con su labor de mentor, enfocándose en el bienestar de su familia y, por supuesto, en sus nuevos roles como abuelo. “He tomado la mejor decisión de mi vida en venir aquí, y no le puedo pedir más a la vida, tanto en lo profesional como en lo personal”, concluye el pediatra.