Un grupo de investigadores de la Universidad de Northwestern ha dedicado más de dos décadas al estudio de un fenómeno fascinante: los “superancianos”, un término que se refiere a personas de 80 años o más que mantienen una capacidad cognitiva comparable a la de individuos 20 o 30 años más jóvenes. Este grupo no comparte un estilo de vida homogéneo ni sigue una dieta específica, pero lo que sí los une es su fuerte conexión social y su forma de relacionarse con el mundo que los rodea.
Ralph Rehbock, superviviente del Holocausto y con 91 años, es un ejemplo viviente de esta categoría. Cada primer viernes del mes, participa en una reunión de hombres mayores en una sinagoga cerca de Chicago, donde disfrutan de actividades recreativas. Además, es parte del grupo de canto Meltones, donde interpreta clásicos de las décadas de 1930 y 1940. Su experiencia como sobreviviente de la Alemania nazi lo ha llevado a compartir su historia con miles de estudiantes, gracias a su colaboración con el Museo y Centro Educativo del Holocausto de Illinois.
Por su parte, Leigh Steinman, de 82 años, encuentra alegría trabajando en proyectos artísticos con niños de su vecindario y compartiendo su pasión por el béisbol en el cercano Wrigley Field, donde trabajó como guardia de seguridad durante 17 años. Aunque se jubiló al inicio de la pandemia, sigue visitando el estadio varias veces por semana. Ambos hombres son testimonio de cómo la socialización y el compromiso con la comunidad contribuyen al bienestar en la vejez.
La importancia de la conexión social
Los hallazgos de los científicos sugieren que el secreto detrás de la longevidad y la agudeza mental de los “superancianos” podría residir en su enfoque hacia las relaciones interpersonales. “La forma en que ven la importancia de las relaciones sociales es fundamental”, afirma Sandra Weintraub, profesora de ciencias del comportamiento y psiquiatría en la Facultad de Medicina Feinberg de Northwestern. Ella ha estado involucrada en la investigación desde sus inicios y destaca que estos individuos tienden a ser extrovertidos, lo que refuerza sus conexiones sociales.
El neurocientífico Ben Rein, autor del libro “Por qué los cerebros necesitan amigos”, apoya esta teoría y añade que aquellos que socializan con regularidad son más resistentes al deterioro cognitivo a medida que envejecen. “Las personas que socializan más tienen cerebros generalmente más grandes”, explica, sugiriendo que la interacción social podría ayudar a proteger contra la disminución del volumen cerebral que acompaña al envejecimiento.
La soledad, un fenómeno común entre los adultos mayores, se ha asociado con un mayor riesgo de demencia. Los investigadores indican que el aislamiento social puede elevar los niveles de cortisol, la hormona del estrés, lo que, a largo plazo, puede resultar en inflamación crónica y daño a las células cerebrales. En contraste, los “superancianos” parecen esquivar este destino, mostrando un volumen cerebral más alineado con el de personas de 50 y 60 años, en lugar de sus contemporáneos octogenarios o nonagenarios.
Características neurobiológicas únicas
Un aspecto sorprendente de estos individuos es la presencia de un tipo especial de neuronas, conocidas como neuronas Von Economo, que están vinculadas a comportamientos sociales y se encuentran en mamíferos altamente sociales. Según Bill Seeley, profesor de neurología en la Universidad de California en San Francisco, “todas esas neuronas de Von Economo probablemente les ayudan a construir y mantener conexiones sociales y redes sociales potentes”. Esto podría tener un impacto significativo en su bienestar general.
Aunque la mayoría de los octogenarios presentan signos de Alzheimer en sus cerebros, muchos “superancianos” tienen escasas o nulas evidencias de la enfermedad. Además, en sus cerebros se conserva mejor el funcionamiento de un neuroquímico clave para la atención y la memoria, lo que refuerza la idea de que su longevidad se debe a una combinación de factores biológicos, genéticos y de comportamiento.
Sofiya Milman, profesora de medicina y genética en la Facultad de Medicina Albert Einstein de Nueva York, también ha estudiado a los centenarios sanos y ha encontrado que suelen ser extrovertidos y optimistas. Sin embargo, plantea un dilema interesante: ¿es la socialización la que promueve una mejor cognición, o son las personas con un mejor funcionamiento cognitivo las que buscan más interacción social? “Es un tema que aún se puede debatir”, señala Milman.
A pesar de las complejidades del tema, la evidencia sugiere que la simple voluntad de socializar no es suficiente para convertirse en un “superanciano”. Según Weintraub, estas personas poseen un conjunto de ventajas neurobiológicas que las colocan en una posición favorable en esta etapa de la vida. Sin embargo, para aquellos como Steinman, el valor de la sociabilidad es innegable. “Creo que la conexión con mis vecinos y amigos en el estadio es lo que me ha mantenido en pie todo este tiempo”, afirma con orgullo.
El estudio de los “superancianos” no solo ofrece una ventana a las claves de la longevidad, sino que también resalta la importancia de las relaciones sociales en el envejecimiento saludable. A medida que la sociedad avanza hacia un futuro donde la población envejece, comprender estos factores podría ser crucial para fomentar una vida plena y activa en la tercera edad.
