Cada noviembre, con la llegada del cempasúchil y el papel picado, los mexicanos nos preparamos para honrar a nuestros seres queridos que han partido. Esta época está marcada por aromas dulces y una atmósfera que transforma el silencio en melodía. En México, el Día de Muertos simboliza no solo la conmemoración de los fallecidos, sino también un puente hacia la vida a través de la donación de órganos y tejidos.
La muerte, en nuestra cultura, no es un final, sino una continuación. En ese sentido, la donación de órganos se presenta como un acto profundamente humano que permite que un corazón que ha dejado de latir dé nueva vida a otro. La medicina ofrece una luz en esos momentos oscuros, brindando la posibilidad de que otros puedan vivir gracias a la generosidad de quienes han partido.
El Día de Muertos nos enseña a no temer a la muerte, sino a reconciliarnos con ella. Al encender una vela en el altar, recordamos a aquellos que amamos. Pero al decidir donar, encendemos una luz dentro de otra persona. Los profesionales de la salud comprenden que este acto no es el final, sino un tránsito hacia una nueva vida.
Los altares mexicanos son un símbolo de esta celebración. En ellos, se colocan elementos como comida, agua y flores, cada uno con su significado. Sin embargo, la decisión de ser donador es una ofrenda que no se coloca físicamente, sino en la conciencia de quienes eligen dar vida a otros.
Decir “sí” a la donación es dejar una huella eterna, transformando el cuerpo en un templo de generosidad. Este acto de amor, sin testigos ni recompensa, se convierte en la forma más palpable de vencer a la muerte. Actualmente, miles de pacientes en México necesitan un órgano, esperando una segunda oportunidad para vivir. Sin embargo, el miedo y la desinformación siguen siendo barreras que impiden que más personas se conviertan en donadores.
Existen mitos que rodean la donación, como la creencia de que puede desfigurar o que las creencias religiosas la prohíben. La realidad es que la donación es un acto respaldado por la ética y la ciencia, y la medicina moderna asegura el máximo respeto por el cuerpo y la voluntad del donante.
En la cosmovisión mexicana, el cuerpo es sagrado. Donar no implica perderlo, sino transformarlo en algo valioso. Quizás el altar más importante no esté hecho de flores, sino de corazones agradecidos que viven gracias a la generosidad de quienes han decidido donar. Este Día de Muertos, al encender una vela por nuestros seres queridos, recordemos que podemos encender muchas más en el corazón de quienes anhelan una segunda oportunidad.
Ser donador es creer en la continuidad de la vida y en el poder del amor que trasciende el tiempo. Al final, solo muere quien deja de amar, y quienes donan aman tanto que eligen seguir viviendo en otros.































































