La lactancia materna es un tema rodeado de creencias erróneas que han perdurado a lo largo del tiempo, muchas de las cuales han cobrado fuerza en la era digital. La doctora María José Párraga, experta en salud materno-infantil, ha dedicado su carrera a desmentir mitos que, lejos de ayudar, pueden llevar a las madres a abandonar el amamantamiento prematuramente. En un reciente análisis, expone las falsedades más comunes que aún persisten en torno a este importante proceso de alimentación infantil.
Entre las afirmaciones más escuchadas está la idea de que muchas mujeres no producen suficiente leche. “No tengo suficiente leche” o “mi leche es aguada y no alimenta al bebé” son declaraciones que pueden generar angustia. La doctora Párraga aclara que las situaciones de hipogalactia son extremadamente raras y que la composición de la leche materna se ajusta a las necesidades del bebé en cada etapa de su desarrollo. La creencia de que el calostro debe ser desechado es otra falacia; de hecho, este primer tipo de leche es sumamente nutritivo, rico en anticuerpos que protegen al infante de infecciones.
El tamaño del pecho también se ha convertido en un foco de confusión. Muchos piensan que “los pechos pequeños producen poca leche”, pero esto es incorrecto. La producción de leche no está determinada por el tamaño, sino por el tejido glandular que es similar en todas las mamas. Además, es un mito que para aumentar la producción de leche se deba consumir más alimentos o líquidos específicos, como leche o cerveza. La doctora enfatiza que lo crucial es que la madre mantenga una dieta equilibrada y beba según su sed, mientras que la succión del bebé es el principal estimulante de la producción láctea.
Existen también ideas equivocadas sobre las sensaciones durante la lactancia. La creencia de que “dar el pecho duele” es errónea; el dolor puede ser un signo de que el bebé no está tomando correctamente. La correcta técnica de agarre y las posiciones adecuadas pueden hacer del amamantamiento una experiencia placentera. Por otra parte, se recomienda amamantar a demanda, sin establecer horarios rígidos. Cada bebé tiene necesidades y ritmos únicos, y no hay dos lactantes iguales.
La higiene personal también se ha malinterpretado. Muchas madres creen que deben lavarse los pezones antes y después de cada toma, cuando en realidad, una higiene diaria adecuada es suficiente. El estrés, por otro lado, es otro tema recurrente: “El estrés o los disgustos pueden cortar la leche”, se escucha con frecuencia. Aunque el estrés puede afectar temporalmente el reflejo de la bajada de la leche, no influye en la producción, la cual se mantendrá mientras haya succión.
En cuanto a los efectos de la lactancia en la madre, hay conceptos erróneos que pueden afectar su bienestar. Por ejemplo, se dice que “la lactancia deforma el pecho”. Sin embargo, factores como la genética, la edad y los cambios de peso son los que realmente influyen en la forma del pecho, no la lactancia. Las madres también pueden llevar una vida normal mientras amamantan; hacer ejercicio, seguir una dieta equilibrada y realizar actividades como teñirse el cabello son completamente compatibles con la lactancia.
“Si amamanto, no puedo hacer dieta, teñirme el pelo, hacer ejercicio”, es un mito que no se sostiene al observar la realidad de las mujeres que amamantan”, señala la doctora Párraga.
Además, la idea de que si el bebé tiene diarrea, la madre debe suspender la lactancia es errónea. La leche materna, en muchos casos, es el mejor alimento para el bebé, ya que lo hidrata y le proporciona anticuerpos que facilitan su recuperación. Si la madre necesita medicarse, la mayoría de los medicamentos son compatibles con la lactancia, aunque siempre es recomendable consultar con un profesional.
Finalmente, el comportamiento del bebé también está lleno de mitos. Muchos padres piensan que “dar el pecho por mucho tiempo ‘malcría’ al niño”, cuando en realidad, amamantar fomenta un vínculo seguro entre madre e hijo. Según la doctora Párraga, “si la madre y el niño lo desean, no debería haber límite de tiempo”.
Por último, es común que las madres se sientan inseguras si su bebé llora con frecuencia, pensando que su leche no es suficiente. Sin embargo, existen múltiples razones por las que un bebé puede llorar, como el sueño, la incomodidad o la necesidad de contacto físico. Si un bebé parece no estar satisfecho, podría deberse a un agarre ineficaz o, en casos muy poco frecuentes, a una baja producción que requeriría evaluación médica.
Desmitificar estas creencias erróneas sobre la lactancia materna es fundamental para promover una experiencia positiva tanto para las madres como para sus bebés. La información adecuada y el apoyo profesional son claves para fomentar un entorno donde la lactancia sea vista como un proceso natural y beneficioso, libre de miedos y mitos.