La creencia de que no usar gafas cuando son necesarias puede empeorar la miopía ha sido objeto de debate durante años. Sin embargo, la Clínica Baviera aclara que esta afirmación no es correcta. La miopía, un problema visual que afecta a millones de personas en el mundo, se desarrolla principalmente por factores genéticos y ambientales, y no se agrava por la falta de uso de lentes correctivos.
El uso de lentes mal graduados no causa daños permanentes en la vista de los adultos, aunque sí puede llevar a molestias temporales. Las personas que utilizan anteojos con una prescripción incorrecta pueden experimentar síntomas como fatiga visual, dolores de cabeza, mareos y visión borrosa. Esto se debe al esfuerzo adicional que realizan los ojos para intentar enfocar correctamente, lo que puede resultar en un notable cansancio ocular.
En contraste, la situación es diferente para los niños y adolescentes. Sus ojos aún están en desarrollo, y el uso de lentes mal graduados puede impactar negativamente su desarrollo visual. Para ellos, una corrección adecuada es esencial para prevenir problemas visuales en el futuro. Así, la importancia de un examen ocular regular se vuelve aún más crucial en estas etapas de crecimiento.
Otro aspecto a considerar son los lentes rayados o sucios. Aunque estos no perjudican la vista de manera permanente, sí pueden dificultar la visión y contribuir a la fatiga visual. Es fundamental mantener los anteojos en buen estado para garantizar una visión clara.
Una de las preocupaciones más comunes es que el uso prolongado de lentes correctivos pueda debilitar la vista o causar dependencia visual. Sin embargo, los especialistas aseguran que no existe evidencia científica que respalde esta idea. Por el contrario, el uso de gafas adecuadas ayuda a reducir el esfuerzo ocular y a prevenir molestias, facilitando así una mejor calidad de vida.
Es interesante observar que algunas personas, al comenzar a usar nuevos lentes, pueden sentir que su visión empeora temporalmente al quitárselos. Esta percepción errónea puede surgir porque sus ojos se están adaptando a la corrección visual que, aunque incorrecta, les proporcionaba un enfoque diferente. Este fenómeno es común en diversas situaciones, como cuando se utilizan gafas con lentes deteriorados, se ha cambiado la graduación y los ojos aún no se han adaptado, o se emplean lentes con una prescripción equivocada.
Ante la duda de cuándo es necesario realizar un examen de la vista, se recomienda seguir pautas específicas según la edad y otros factores de riesgo. En el caso de los niños, el primer examen debe realizarse a los 6 meses de edad, seguido de otro a los 3 años y uno más al iniciar la escuela. Para los adultos jóvenes, se aconseja realizar un examen cada dos años, aunque si hay síntomas o antecedentes familiares, es mejor hacerlo anualmente.
Los adultos entre 40 y 60 años deberían someterse a exámenes cada 1 a 3 años, con controles más frecuentes a partir de los 40 debido a los cambios visuales típicos de la edad. Para aquellos mayores de 60 años, se recomienda un examen al menos una vez al año o cada dos años, dado el mayor riesgo de enfermedades oculares como cataratas y glaucoma.
Asimismo, quienes tengan antecedentes familiares de enfermedades oculares, diabetes o hipertensión deben acudir al oftalmólogo con mayor regularidad para descartar o tratar posibles problemas. Es crucial prestar atención a síntomas como visión borrosa, dolor o lagrimeo excesivo, que pueden ser señales de que es momento de un chequeo ocular.
En conclusión, aunque los lentes mal graduados no representan un riesgo permanente para la salud ocular en adultos, en los niños pueden tener consecuencias más serias. La prevención y el cuidado de la vista son esenciales y requieren atención constante. La Clínica Baviera enfatiza la importancia de realizar exámenes oculares regulares para asegurar un desarrollo visual saludable y detectar problemas a tiempo.