El uso de dispositivos de vapeo se ha vuelto común entre los jóvenes, quienes a menudo subestiman los riesgos asociados con este hábito. El médico de familia Juan Antonio Cotillas Soria invita a los vapeadores a reflexionar sobre la información disponible respecto a esta práctica.
El atractivo de exhalar vapor está arraigado en la cultura social y ha sido explotado por la publicidad, que lo asocia con un estado de placer y la idea de estar a la vanguardia tecnológica. Sin embargo, esta moda puede confundirse con actividades que representan un riesgo significativo para la salud.
Muchos jóvenes de tan solo 14 años afirman estar conscientes de la toxicidad del tabaco, pero creen que el vapeo o el uso de cachimbas son inofensivos. Este artículo busca desmitificar esas creencias y ofrecer una visión clara de lo que realmente implica el uso de estos dispositivos.
Se ha hecho un uso engañoso del término “vapor”, que se asocia erróneamente con vapor de agua. En realidad, se trata de un aerosol compuesto por líquidos químicos y saborizantes que contienen sustancias tóxicas, como formaldehído, acetona y metales pesados como el plomo, que pueden ser dañinos para la salud, en especial para el desarrollo cerebral de los niños.
Los defensores del vapeo suelen argumentar que contiene menos toxinas que el tabaco. Sin embargo, surge la pregunta: ¿cuántas toxinas son necesarias para causar daño al organismo? La respuesta no es simple, ya que la calidad y la cantidad de las sustancias tóxicas son factores determinantes en su efecto sobre la salud.
Además, algunos vaporizadores contienen nicotina, incluso aquellos que se venden como “sin nicotina” han mostrado tenerla al ser analizados. Esto no solo es un engaño, sino que puede inducir una dependencia, convirtiendo el vapeo en un posible preludio al consumo de tabaco y otros tóxicos. Más de la mitad de los adultos que utilizan vapers también fuman tabaco.
Desde 2019, se han diagnosticado casos de EVALI, una enfermedad pulmonar grave relacionada con el uso de cigarrillos electrónicos. Aunque aún se requieren más estudios, se están publicando investigaciones que vinculan el vapeo con problemas de salud, incluyendo enfermedades cardiovasculares y complicaciones en el tejido arterial.
El uso de dispositivos de vapeo también contribuye a la contaminación ambiental. Las baterías de litio y cadmio, que a menudo no se desechan adecuadamente, representan un grave riesgo ecológico, liberando toneladas de materiales contaminantes cada año.
Finalmente, aunque algunos consideran el vapeo como una herramienta para dejar de fumar, no se ha demostrado su eficacia. Existen métodos probados científicamente que ayudan en la deshabituación del tabaquismo, pero el vapeo puede llevar a una nueva adicción. En un alto porcentaje de casos, quienes vapean también continúan fumando.
Es esencial que los jóvenes comprendan los riesgos del vapeo y lo que realmente implica este “vapor”. La atracción por estas sustancias no debe eclipsar los peligros que entrañan.

































































