Ana Obregón ha cerrado un capítulo especial en su vida, disfrutando de unas vacaciones memorables en Palma de Mallorca junto a su nieta Ana Sandra, quien a sus dos años y medio ha traído alegría y luz a sus días. Este verano ha sido una mezcla de felicidad y nostalgia, ya que la actriz aún siente el dolor por la partida de su hijo, Aless Lequio, quien falleció el 13 de mayo de 2020.
Un verano lleno de recuerdos
Después de confirmar la venta de ‘El manantial’, la casa familiar que heredó junto a sus hermanos, Ana ha aprovechado cada momento con su pequeña, recorriendo los mismos pasillos donde su padre la llevó de niña. “Me da muchísima pena, pero entiendo a mis hermanos. Es un lío mantener una casa tan grande y, sobre todo, con una carga emocional tan enorme”, confesó en una entrevista con la revista ¡Hola!.
La casa ha sido su refugio en los momentos más difíciles y más felices, y aunque ahora se deshace de ella, reconoce que cada rincón está lleno de recuerdos de Aless. “Cada rincón tiene el nombre de Aless”, dijo con cierta tristeza.
Un nuevo capítulo familiar
Tras varias semanas de descanso y reflexión en ‘El manantial’, Ana regresó a Madrid con su nieta, quien parecía fascinada por el bullicio de la ciudad. “Ya venimos de Mallorca. Vuelta a Madrid, la verdad que con ganas, penita de dejar la casa, el mar…”, compartió Ana, claramente emocionada por el tiempo que pasó en la isla, aunque también entusiasmada por lo que vendrá.
Respecto a la venta de su residencia, Ana se mostró nostálgica, pero satisfecha de haber pasado un verano lleno de risas y aventuras con su nieta, quien “se lo ha pasado fenomenal”. Este año también trae una nueva alegría para la familia, ya que su sobrino Juancho y su esposa Cristina Gutiérrez están esperando su primer hijo. “Ay, ya os habéis enterado, estoy feliz, uno más, un primito más para Anita”, exclamó, mostrando su entusiasmo por el nuevo integrante de la familia.
Sin duda, Ana Obregón se enfrenta a un nuevo cambio en su vida, lleno de recuerdos, pero también de nuevas expectativas y esperanzas, donde la risa de su nieta se convierte en el motor de su felicidad.