Las intensas precipitaciones recientes en Valencia han llevado al descubrimiento de los restos óseos de un hombre que habría estado muerto durante al menos quince años en su hogar. El hallazgo se produjo en un edificio de la calle Luis Fenollet, en el barrio de Fuensanta, tras un atasco en el desagüe que inundó la terraza del último piso, donde se encontraban los restos.
Los vecinos se alarmaron por el líquido negro y maloliente que comenzó a filtrarse hacia los pisos inferiores, lo que llevó a uno de ellos a alertar a la Policía Local y a los bomberos. Al llegar al lugar, los agentes tuvieron que acceder al apartamento de Antonio F., nacido en 1936, a través de una ventana, ya que la entrada principal estaba bloqueada por un gran número de palomas que habían anidado en su interior.
Una vez dentro, encontraron el esqueleto de un hombre tirado en el suelo de una de las habitaciones, aún vestido. Se presume que los huesos pertenecen a Antonio F., de quien los vecinos no tenían noticias desde hace años. Una vecina comentó que creían que podría estar viviendo en una residencia, ya que no lo habían visto desde hacía al menos quince años, y su situación de pagos al corriente les llevó a pensar que estaba bien.
Todo indica que el fallecimiento de Antonio F. ocurrió por causas naturales. Algunos vecinos recordaron que, en 2014, percibieron un hedor proveniente de su vivienda, al que no le dieron importancia en ese momento, pero que podría haber estado relacionado con la descomposición del cuerpo. Serán los análisis forenses los que determinen la fecha exacta de su deceso.
Antonio F. tenía dos hijos con quienes no mantenía relación, ya que, según fuentes vecinales, los abandonó cuando eran muy pequeños. Al parecer, no contaba con más familia conocida, por lo que su ausencia pasó desapercibida durante todos estos años, salvo para los vecinos que, como mencionaron en declaraciones, pensaban que había decidido mudarse a una residencia.
En cuanto a la situación financiera, el propietario del piso acumuló una deuda de 11,000 euros con la comunidad de propietarios, dado que dejó de pagar las cuotas tras su muerte, algo que no se había descubierto hasta ahora. Después de varios intentos de cobrar esta deuda, el administrador lo demandó, y al no obtener respuesta, un juzgado ordenó el embargo de sus cuentas. A pesar de su fallecimiento, la comunidad continuó recibiendo los pagos, así como los servicios de agua y luz.
Una de las interrogantes que surge de esta situación es cómo la Seguridad Social continuó pagando su pensión, lo que permitió que se mantuvieran los pagos, a pesar de que no se presentó la fe de vida requerida anualmente a cada pensionista.