La vida de Raúl de Jesús Santana García como bombero en Francisco I. Madero es un relato de pasión, tradición y servicio. Desde pequeño, observaba a su padre, también llamado Raúl, salir a ayudar en emergencias con el Grupo Irritilas. Esa admiración lo llevó a integrarse a los 10 años a la Cruz Roja, donde descubrió lo gratificante que es ayudar a quienes lo necesitan.
Un camino de servicio y sacrificio
Con 17 años de servicio en el Departamento de Bomberos de Madero, de los cuales 15 ha sido activo, Raúl recuerda vívidamente su primera experiencia en un incendio. A los 16 años, participó en un rescate durante un gran incendio en el ejido Alamito, donde logró salvar a una mujer. “Ese momento fue decisivo para mí; sentir que podía marcar la diferencia me motivó aún más”, afirma.
Al cumplir la mayoría de edad, Raúl comenzó su trayectoria formal como radio operador, y poco a poco ascendió en las filas del cuerpo de bomberos, desempeñándose como chofer y responsable de turno. Desde hace aproximadamente 7 años, ocupa el cargo de comandante, un puesto que asume con orgullo, sabiendo que sigue los pasos de su familia, ya que el servicio a la comunidad es un legado que ha pasado de generación en generación.
Una herencia familiar de servicio
Raúl enfatiza que ser bombero es más que un trabajo; es una herencia familiar. Su padre y varios tíos también fueron bomberos, creando un fuerte vínculo que une a la familia en el compromiso de servir a los demás. “Desde pequeños les enseñamos a mis hijos la satisfacción que se siente ayudar. Ver a una persona agradecerte es algo que no tiene precio”, comenta.
Sin embargo, la vida de un bombero no está exenta de retos. Raúl ha tenido que equilibrar sus aspiraciones personales con su dedicación al servicio. Si se presenta una oportunidad laboral que mejore su situación, no dudaría en considerarla, aunque siempre mantendría su conexión con el oficio, apoyando como voluntario. “Esta es una herencia familiar, y siempre estaré aquí para ayudar en lo que pueda”, concluye con un brillo de determinación en sus ojos.
La historia de Raúl es un recordatorio de que en cada emergencia, detrás del uniforme hay un ser humano dispuesto a arriesgar todo por el bienestar de los demás, manteniendo viva la llama del servicio y el sacrificio. Su legado es una inspiración no solo para su familia, sino también para toda la comunidad de Francisco I. Madero.