Guadalupe Moreno Estrada tenía 10 años cuando fue secuestrada por un par de mujeres que prometieron un trabajo que le daría de comer. La realidad, sin embargo, era mucho más oscura: se trataba de Las Poquianchis.
Hoy, con 81 años, vive en una zona rural del municipio de León, pero los recuerdos de su experiencia aún la atormentan. A pesar de haber tenido 21 hijos y no saber leer, el horror que vivió a manos de estas criminales la persigue en forma de pesadillas.
En 1954, la miseria era tal que su madre aceptó que se fuera con Las Poquianchis, quienes se presentaron vestidas de negro en un automóvil nuevo para reclutar muchachas. “Me dijeron que iba a trabajar de pie, limpiando otra casa”, cuenta Guadalupe.
No se fue sola; la acompañó una vecina de 15 años conocida como La Morena. Ambas abordaron el coche negro que las llevó a una casa en el centro de León, donde se encontraron con otras jóvenes, también de familias humildes.
Al llegar, Guadalupe se sorprendió al ver que la casa estaba casi vacía. Pasaban las horas y la aburrición era abrumadora. Hasta que una de las muchachas le pidió que fuera a la panadería a comprar pan, pero el miedo la invadió. Finalmente, La Morena la acompañó, y cuando estaban en la panadería, sus madres llegaron para rescatarlas.
La madre de Guadalupe había recibido advertencias de los vecinos sobre las intenciones de las mujeres que se las llevaron. “Fue un milagro que nos encontraran”, afirma Guadalupe, quien recuerda que las jóvenes en la casa de Las Poquianchis estaban pálidas y aterrorizadas.
Pasadas dos semanas, las Poquianchis regresaron, pero esta vez ya no eran las amables reclutadoras. “Tenían rostros adustos y miradas de odio”, describe. Guadalupe se encontró con una de ellas en una tienda y corrió a avisar a su madre, quien se enfrentó a las criminales. Sin embargo, ellas negaron ser secuestradoras y huyeron rápidamente.
El trauma de ese encuentro, donde la mujer que la sujetó le rasgó la manga y dejó una marca en su brazo, sigue vivo en su memoria. “Desde ese día, he tenido pesadillas”, confiesa.
El caso de Las Poquianchis, que impactó a la sociedad mexicana en la década de los 60, fue documentado por Excélsior, que reveló los horrendos hallazgos de fosas clandestinas y la trata de mujeres.
Guadalupe, a pesar de su experiencia traumática, sigue adelante con su vida, aunque el recuerdo de lo que pudo haber sido la consume a menudo. Su historia es un recordatorio del sufrimiento que muchas mujeres han enfrentado y siguen enfrentando en el contexto de la trata de personas.


































































 
					 
								
				
				
			 
							 
							 
							 
							 
							 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				