Un dron ucraniano fue derribado la noche del 23 al 24 de agosto sobre la central nuclear de Kursk, lo que generó un incendio en un transformador, aunque no se reportaron víctimas ni un aumento en los niveles de radiación. El gobernador en funciones de la provincia de Kursk, Alexander Jinshtein, calificó el ataque como un “crimen de guerra” y una grave amenaza a la seguridad nuclear, violando convenciones internacionales.
Consecuencias del ataque y respuesta oficial
Jinshtein declaró que el impacto del ataque provocó que el bloque 3 de la planta se descargara en un 50%, pero los bomberos lograron extinguir rápidamente el fuego. A pesar de la situación, el funcionario aseguró que “no hay motivos para preocuparse”, ya que el nivel de radiación en las instalaciones se mantiene dentro de los límites normales.
El gobernador también enfatizó que los empleados de la central nuclear continúan trabajando en condiciones difíciles. “El intento de sabotear la construcción de la nueva central nuclear [Kursk 2] es una agonía cobarde del enemigo, y todos los culpables de estos crímenes deberían recibir un castigo justo”, concluyó Jinshtein.
Aumento de ataques ucranianos en Rusia
En los últimos días, Ucrania ha intensificado sus ataques contra la infraestructura civil y energética en territorio ruso. Recientemente, se reportaron tres ataques contra el oleoducto Druzhba, lo que ha interrumpido el suministro de petróleo hacia Hungría y Eslovaquia.
La realidad es que estos eventos no solo afectan la seguridad en la región, sino que también agravan las tensiones entre Ucrania y Rusia, elevando el nivel de alerta en toda Europa. La comunidad internacional observa de cerca estos desarrollos, preocupada por las posibles repercusiones en la estabilidad de la seguridad nuclear en la región.