En un viaje nostálgico hacia los 90, Beneath a Steel Sky, un clásico del cyberpunk británico, regresa para recordarnos su poderosa crítica social y su narrativa única. Este juego, lanzado en 1994, es más que un simple título de aventura gráfica; es una exploración profunda de la identidad y la resistencia en un mundo distópico.
Cielo de acero, corazón de silicio
Desarrollado por Revolution Software y con diseño artístico de Dave Gibbons —el célebre dibujante de Watchmen—, Beneath a Steel Sky nos sumerge en una metrópoli opresiva llamada Union City, donde las megacorporaciones controlan todo y la humanidad parece haber olvidado su propia decencia. El protagonista, Robert Foster, es un joven criado en el desierto australiano que, tras un accidente aéreo, es secuestrado y llevado a esta sombría ciudad.
Desde el inicio, el juego nos presenta un entorno sombrío y cínico, donde la vigilancia es constante y la ironía permea cada rincón. La narrativa, a cargo de Charles Cecil, no busca presentar un futuro lleno de gadgets brillantes, sino contar una historia de lucha y resistencia humana, en un tono que recuerda a las obras de George Orwell.
La sátira como motor del relato
Lo que distingue a Beneath a Steel Sky de otros títulos del género es su enfoque satírico y desencantado. Mientras que Blade Runner y Ghost in the Shell nos ofrecen visiones melancólicas y filosóficas del futuro, este juego británico se ríe de la burocracia ridícula y de los sistemas rotos que aún funcionan por inercia. La crítica al sistema es constante, pero se presenta de manera divertida, como un episodio de Doctor Who lleno de humor ácido.
En este sentido, el juego conecta con influencias cinematográficas como Brazil de Terry Gilliam y el cómic Judge Dredd, ambos con un enfoque similar hacia un futuro distópico pero irónico. La atmósfera de Union City no brilla; más bien, es un organismo moribundo que refleja la descomposición moral del sistema.
El pixel art, además de ser un sello distintivo del juego, se convierte en una herramienta narrativa esencial. Cada escenario, desde las fábricas hasta los lujosos pisos de los ejecutivos, está meticulosamente diseñado para contar historias de desigualdad y decadencia. Esta estética resuena con otros grandes títulos de la época, como Another World o Flashback, donde el entorno también actúa como un personaje en sí mismo.
Un aspecto técnico que pasó desapercibido en su lanzamiento fue el uso del motor Virtual Theatre, que permitía a los personajes no jugables (NPCs) tener rutinas propias y moverse por el mapa, creando una atmósfera más vibrante y realista.
El compañero robótico Joey es otro de los grandes atractivos del juego. Con su humor sarcástico y su lealtad inquebrantable, representa la resistencia al absurdo de la vida. Su personalidad recuerda a otros icónicos robots como HAL 9000, pero con un giro cómico que hace que la ironía sea su mejor arma de supervivencia.
Un legado que perdura
A pesar de no haber alcanzado un éxito comercial masivo, Beneath a Steel Sky se ha convertido en un título de culto, especialmente en Europa. En 2003, fue relanzado como freeware, lo que permitió que nuevas generaciones lo redescubrieran. En 2020, su legado continuó con el lanzamiento de la secuela, Beyond a Steel Sky, que aunque fue recibida con opiniones divididas, preservó el espíritu original del juego.
Jugar a Beneath a Steel Sky hoy es emprender un viaje a una distopía pixelada, donde la crítica social y el humor inteligente se entrelazan. Su historia, aunque sencilla, resuena con las preocupaciones contemporáneas sobre la vigilancia digital y la burocracia algorítmica. En el mapa del cyberpunk, este juego marca un territorio olvidado: el de la distopía burocrática, del robot sarcástico y del hacker de buen corazón.
Así concluimos esta edición de Retrocultura Activa, donde seguimos desenterrando obras que, aunque no rompieron moldes, nos dejaron cicatrices pixeladas en el corazón. Mantén tu robot cerca y tu ironía afilada; nunca se sabe cuándo volverá a llover acero sobre tu cabeza.
