Un chihuahua macho de dos años fue llevado de urgencia a un veterinario tras ser encontrado letárgico, con la lengua de fuera y sin poder enfocar la vista. En el veterinario, los especialistas descubrieron que el perro había inhalado una cantidad considerable de cocaína, lo que desencadenó una arritmia inusual en su organismo, según un artículo publicado en la revista Frontiers in Veterinary Science.
Un caso alarmante
Lo más común es que la cocaína acelere el ritmo cardíaco, pero en este caso el chihuahua presentó bradicardia, es decir, un pulso más lento de lo normal. Además, mostraba mucosas azuladas y pupilas dilatadas, síntomas que generaron preocupación inmediata en el personal veterinario. Para estabilizarlo, se le administró una dosis elevada de atropina y epinefrina. Posteriormente, fue trasladado a un hospital docente para realizar estudios adicionales, donde se confirmaron la presencia de cocaína y trazas de fentanilo en su organismo.
Los veterinarios estimaron que el perro pudo haber consumido hasta 96 mg de cocaína, una dosis alarmante considerando su tamaño. Durante el análisis, se detectó un bloqueo auriculoventricular de primer grado y un bloqueo de segundo grado de alta magnitud, condiciones que significan que las señales eléctricas del corazón no se transmitían correctamente, provocando el letargo y la falta de respuesta inicial. Esta reacción es poco común, ya que generalmente la cocaína produce taquiarritmias.
Impacto en mascotas y medio ambiente
Los autores del estudio señalaron que, a dosis altas, la cocaína puede actuar como un anestésico local, bloqueando canales de sodio y potasio, lo que retrasa la conducción eléctrica del corazón y puede derivar en arritmias graves. El chihuahua permaneció en observación con monitoreo cardíaco continuo y fue dado de alta al día siguiente. Los especialistas recomendaron a los dueños que colocaran un bozal tipo cesta cuando el perro no estuviera bajo supervisión para prevenir futuros incidentes.
Este caso no es aislado. Según Science Alert, un estudio realizado por la Línea de Ayuda para Envenenamiento de Mascotas registró un aumento del 39% en los reportes de perros expuestos a cocaína y un 52% en gatos entre 2019 y 2023. “Los animales son muy sensibles a los efectos estimulantes de la cocaína y la metanfetamina”, explican los investigadores. Incluso pequeñas cantidades pueden causar vómitos, temblores, convulsiones e incluso la muerte.
Curiosamente, este repunte coincide con los años de pandemia, cuando muchas personas pasaban más tiempo en casa, aumentando las posibilidades de que las mascotas encontraran drogas ilícitas mal almacenadas. Lo más alarmante es que no solo las mascotas están en riesgo. Según Reuters, un estudio en Brasil halló que tiburones frente a las costas de Río de Janeiro dieron positivo a cocaína en tejido muscular y hepático. Los científicos apuntan a descargas de aguas residuales y a cargamentos de droga arrojados al mar como fuentes de contaminación, lo que podría tener graves repercusiones en la cadena alimenticia y la salud de estas especies.