En la era digital, el acceso a información sobre salud y nutrición es más fácil que nunca, pero esto no siempre se traduce en conocimiento veraz. La proliferación de “gurús” de la alimentación saludable y la desinformación en redes sociales han generado un escenario confuso respecto a los efectos de ciertos alimentos en la salud. Este fenómeno es descrito por Walter Willett, profesor de epidemiología y nutrición en la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard, quien lo califica como “un lejano oeste” de la información nutricional. En este contexto, un reciente estudio revisado por Willett identifica cinco alimentos que despiertan controversia y generan debate entre expertos: la leche cruda, los aceites de semilla, las carnes procesadas, los vegetales pulverizados y las plantas solanáceas.
La leche cruda, por ejemplo, ha sido promovida en diversas plataformas como un “súper alimento” debido a su supuesta riqueza nutricional. Sin embargo, Alison Kane, nutricionista del Hospital General de Massachusetts, advierte sobre la falta de evidencia confiable que respalde estas afirmaciones. Según ella, la pasteurización no solo no disminuye la calidad de la leche, sino que elimina microorganismos peligrosos, incluyendo Escherichia coli, listeria y salmonella. De hecho, un estudio de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de EE.UU. demostró que este proceso incluso elimina el virus de la gripe aviar. Las implicaciones de consumir leche cruda son preocupantes, especialmente para grupos vulnerables como ancianos y personas con enfermedades gastrointestinales.
Por otro lado, los aceites de canola y girasol han sido objeto de críticas en las redes sociales, donde se les califica de “venenosos” o “tóxicos”. No obstante, Willett sostiene que las investigaciones no han encontrado evidencia que apoye estas acusaciones de efectos inflamatorios. De hecho, un análisis de la American Heart Association reveló que niveles elevados de omega-6 en sangre se asocian con un 7% menos de riesgo de enfermedad cardiovascular. Los aceites mencionados también tienen la capacidad de reducir el colesterol LDL, conocido como “malo”, y disminuir la mortalidad por causas cardiovasculares. A pesar de las preocupaciones sobre el hexano, un solvente utilizado en la extracción de aceites, Clifford aclara que las cantidades residuales son mínimas y no representan un riesgo significativo.
La carne procesada, que incluye salchichas y tocino, también suscita temores, especialmente tras las advertencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre su relación con el cáncer colorrectal. Aunque el riesgo aumenta en más del 17% al consumir al menos 50 gramos diarios, la OMS no aboga por eliminarla completamente de la dieta, sino por moderar su ingesta. Clifford agrega que los nitratos presentes en estas carnes pueden dar lugar a compuestos cancerígenos, además de tener altos niveles de sodio, lo que incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Los vegetales y frutas en polvo, que prometen ser soluciones prácticas para una alimentación rápida, también son cuestionados. Aunque ofrecen la conveniencia de no necesitar preparación, Alison Kane señala que suelen carecer de fibra y agua, componentes esenciales que se pierden en el proceso de pulverización. Además, no logran replicar la sensación de saciedad que ofrecen las frutas y verduras frescas. Esta falta de nutrientes y el costo elevado de estos productos son factores que deben considerarse al optar por ellos.
Finalmente, los vegetales solanáceos, entre ellos berenjenas, pimientos y tomates, generan preocupación por su contenido de solanina, un compuesto tóxico en altas dosis. Sin embargo, el estudio revela que estos alimentos contienen cantidades ínfimas de solanina y no están relacionados con inflamaciones o enfermedades autoinmunes. Por el contrario, aportan antioxidantes como el licopeno y la vitamina C, esenciales para una dieta saludable.
La conclusión que los expertos comparten es clara: no se debe descartar ningún grupo alimenticio basándose en rumores. Jessica Clifford enfatiza la importancia de consultar a profesionales de la salud antes de hacer cambios drásticos en la dieta. La exclusión de alimentos debe ser evaluada cuidadosamente y, de ser necesario, bajo supervisión médica. Por lo tanto, es fundamental buscar información de fuentes confiables y consultar con nutricionistas para garantizar una alimentación balanceada y adecuada a las necesidades individuales.
