Claudia Sheinbaum enfrenta un escenario crítico en su segundo año de gobierno ante amenazas internas y externas que podrían desestabilizar la gestión de la primera presidenta en la historia de México.
Desde el exterior, el expresidente Donald Trump mantiene una postura agresiva y beligerante contra el país, amenazando con intervenciones militares en territorio mexicano para atacar a los cárteles del narcotráfico. Pese a que Trump ha centrado su atención en Ucrania y Gaza, la posibilidad de que redirija su foco hacia México está latente, con acciones militares potencialmente planificadas por el Pentágono desde hace meses.
Trump ya ha demostrado que no teme usar la fuerza sin pruebas definitivas, como en el Caribe, donde destruyó embarcaciones señaladas sin evidencias claras. Hoy, la tensión se mantiene como una amenaza constante que el gobierno de Sheinbaum y el Gabinete de Seguridad han logrado contener hasta ahora, pero sin poder evitar golpes futuros que podrían tener un impacto severo en todo México.
En el plano interno, el mayor obstáculo para Sheinbaum es el mismo movimiento político al que pertenece, Morena, y especialmente el presidente Andrés Manuel López Obrador. AMLO ha mostrado desdén hacia la presidenta, al desplazar a varios miembros del gabinete y coordinadores parlamentarios para mantener en control las decisiones relevantes desde Palacio Nacional.
Esta estrategia de “cerco político” debilita la autoridad de Sheinbaum y mantiene visible que AMLO sigue siendo la figura central del poder, incluso cuando su mandato comienza a extinguirse. La presidenta se encuentra en un delicado equilibrio, pues romper con AMLO podría fracturar el movimiento que los une, pero permitir el avance de la impunidad y la influencia de sus allegados es imposible.
Uno de los símbolos de esta tensión es la persistente presencia de Adán Augusto López como jefe del Senado, a pesar de críticas por su apoyo incondicional a López Obrador y su opaca situación financiera. La insignia “Andy”, el junior protegido, y otros actores como “la Barredora” y los “Chapitos” representan un entramado de poder y corrupción al interior de Morena que afectan la percepción pública.
En este contexto, la presidenta ha tenido que alterar la presencia pública y estratégica de sus colaboradores más importantes. Omar García Harfuch, titular de Seguridad Ciudadana en CDMX y clave en combatir el crimen organizado, no estuvo en eventos oficiales recientes como el festejo en el Zócalo ni en el desfile militar del 16 de septiembre, debido a las amenazas y riesgos que enfrentan él y su equipo.
Las elecciones recientes en Veracruz y Durango evidenciaron un creciente descontento popular con Morena. Aunque el partido sigue ganando en ciertas regiones, la dependencia de programas sociales —que mantienen cierta lealtad— ya no garantiza victorias seguras. Votantes que reciben apoyos gubernamentales han optado por otras opciones, indicando que el desgaste político comienza a impactar.
Analistas políticos advierten que la eventual victoria de Morena en los próximos comicios municipales o en 2027 no está asegurada, y el desgaste por escándalos de corrupción, nepotismo y controversias internas puede minar la base electoral.
En resumen, lo que enfrenta Claudia Sheinbaum es un auténtico doble frente de batalla: la presión militar y política de un Donald Trump imprevisible y la guerra diplomática e institucional dentro de Morena y Palacio Nacional, donde su legitimidad y liderazgo se ponen a prueba día a día.
La atención está puesta en cómo Sheinbaum y su equipo navegarán estas turbulencias en los próximos meses, evitando que las tensiones internas y externas trastornen la estabilidad del país, mientras construyen un proyecto sólido para continuar con la Cuarta Transformación sin fracturas irreversibles.
El futuro inmediato marcará si la primera mujer presidenta logra consolidar su gobierno o si la combinación de amenazas reconfigura el mapa político y social mexicano de manera profunda e irreversible.
