La trigesima edición de la COP30 ha iniciado en Belém, Brasil, con una apuesta histórica: será la primera vez que la cumbre mundial del clima se celebra en la Amazonia, uno de los ecosistemas más cruciales para la estabilidad climática del planeta.
Esta conferencia, que se desarrollará del 10 al 21 de noviembre, representa un momento decisivo para América Latina, que enfrenta el reto de transformar su liderazgo climático y consolidar un modelo de desarrollo que combine crecimiento económico con justicia ambiental.
Amazonia: De pulmón del mundo a sujeto de derechos
Uno de los temas más candentes de la COP30 es el reconocimiento legal de la Amazonia como sujeto de derechos. Inspirado en precedentes como el rio Atrato en Colombia, este debate busca convertir la protección de la selva en una obligación jurídica vinculante y no solo moral.
La deforestación, minería ilegal y expansión agropecuaria amenazan la supervivencia de este bosque tropical, que absorbe el 15% del CO2 global y es vital para frenar el calentamiento climático.
Para incentivar su conservación, se lanzará formalmente el Fondo Bosques Tropicales para Siempre (TFFF), que aspira a recaudar 125,000 millones de dólares. Este mecanismo jurídicofinanciero premiará la gestión forestal con criterios de transparencia, justicia y rendimiento, asegurando ingresos estables para alcanzar la meta de deforestación cero.
Financiamiento climático: el reto estructural de América Latina
A pesar de ser la región más afectada por fenómenos climáticos extremos, América Latina recibe menos del 17% del financiamiento climático global, situación que imposibilita realizar acciones adecuadas para adaptación y mitigación.
La gran mayoría de sus países queda atrapada en una categoría media, sin acceder a fondos para países más pobres pero sin la capacidad financiera para enfrentar desastres climáticos. Así, la COP30 buscará articular un compromiso jurídico que transforme la “responsabilidad compartida” en una obligación exigible y equitativa.
Para 2025, la meta es movilizar un total de 1.3 billones de dólares para la acción climática, duplicando los recursos destinados especialmente a la adaptación y protección de ecosistemas estratégicos como la Amazonia.
La integración regional y el papel de México
América Latina llega fragmentada a la COP30. Las diferencias ideológicas y los distintos modelos de desarrollo han retrasado la formación de un liderazgo sólido y coordinado. La Declaración Ministerial de Ciudad de México es el primer paso hacia una estrategia común basada en la cooperación “Mutirão Global”, palabra tupi-guaraní que significa esfuerzo colectivo.
Este proceso de integración es fundamental para que México, como actor clave de la región, pueda influir en las negociaciones internacionales y exigir mayor financiamiento y justicia climática.
Contribuciones Nacionales y la urgencia climática
La COP30 coincide con un plazo crucial: la actualización de las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC), cuyo cumplimiento o mejora es vital para evitar un calentamiento global entre 2.1 °C y 2.6 °C, según Climate Action Tracker.
América Latina debe aprovechar esta oportunidad para priorizar la equidad social y ambiental, reimaginar sus economías con enfoque de derechos y atraer inversión verde para que la conservación ambiental sea también un motor de desarrollo.
La implementación de la Hoja de Ruta Bakú–Belém y el avance en las Metas Globales de Adaptación serán indispensables para garantizar que las comunidades vulnerables tengan acceso directo a los fondos necesarios.
Las voces originarias y la justicia climática inclusiva
La participación activa de los pueblos indígenas, reconocidos como los primeros defensores de la Amazonia, es clave para que cualquier acuerdo climático sea legítimo y justo.
La COP30 también promoverá la plena implementación del Acuerdo de Escazú, que protege a los defensores ambientales y garantiza acceso a la información y justicia ambiental, pilares de una transición ecológica participativa y transparente.
El desafío final
La COP30 en Belém es más que un evento diplomático: es la prueba de fuego para que Latinoamérica transforme sus recursos naturales y diversidad cultural en un liderazgo climático efectivo, con un marco jurídico claro, sanciones firmes y cumplimiento verificable.
El mundo observa cómo esta región, que sufre el impacto del cambio climático y aporta solo el 11.3% de los gases de efecto invernadero, puede marcar la diferencia y conducir la transición hacia un futuro sostenible.
Los próximos días definirán si la COP30 será el inicio de una nueva arquitectura climática regional, donde la acción inmediata y los compromisos concretos se traduzcan en resultados tangibles para las generaciones presentes y futuras.