Procrastinar no es flojera sino mala gestión emocional que impacta tu bienestar
Silvia Morales, psicóloga especialista en áreas infanto-juvenil y adulto del hospital Hospiten Roca en Las Palmas, acaba de revelar una verdad que transforma cómo entendemos la procrastinación. Esta conductora de evitar tareas importantes no es un problema de mala gestión del tiempo, sino una mala gestión emocional que activa mecanismos cerebrales para evadir la incomodidad.
Aplazar tareas importantes puede originarse por factores emocionales y psicológicos diversos que incluyen miedo al fracaso, ansiedad, depresión, perfeccionismo o la ausencia de motivación.
¿Qué ocurre en el cerebro al procrastinar?
Según Morales, cuando percibimos una tarea como amenaza, la amígdala, responsable del control del miedo y ansiedad, se sobreactiva. Simultáneamente, la corteza prefrontal, encargada de controlar impulsos, se desactiva. Esto hace que el cerebro opte por actividades fáciles y placenteras que ofrecen recompensas inmediatas como usar redes sociales, ver videos o comer dulce.
“La procrastinación es una respuesta neurobiológica para evitar el malestar y no un asunto de pereza o flojera,” explicó Morales.
Cómo frenar la procrastinación y recuperar el control emocional
Frente a esta situación que afecta especialmente a jóvenes y adultos, la especialista recomienda medidas concretas que pueden aplicarse desde hoy:
- Dividir las tareas en pasos pequeños para hacerlas menos intimidantes.
- Establecer plazos claros incluso para cada mini-objetivo.
- Eliminar distracciones como redes sociales al momento de trabajar.
- Comenzar a trabajar aun sin ganas, pues la motivación surge tras el esfuerzo inicial.
- Cambiar el ambiente de trabajo, manteniéndolo limpio y sin objetos distractores.
- Romper con pensamientos limitantes como “no soy capaz” o “no tengo fuerza de voluntad”.
- Buscar un propósito personal que inspire ilusión y motivación diaria.
Morales apunta que la clave está en buscar lo que nos apasiona e impulsa, algo innato que hace que el tiempo “vuele” mientras lo hacemos. Esto cumple la necesidad humana de autorrealización y combate la apatía que alimenta la procrastinación.
“No se puede esperar a tener ganas para empezar; hay que obligarse, dar el primer paso y la ilusión llegará después del esfuerzo,” concluyó.
Impacto en México y recomendaciones para públicos diversos
En un país como México, donde los niveles de ansiedad y estrés aumentan, esta nueva visión sobre la procrastinación invita a reconsiderar hábitos diarios y estrategias para mejorar la salud mental. Entender que se trata de un conflicto emocional más que de voluntad puede aliviar la culpa y abrir paso a soluciones efectivas.
Expertos en salud mental mexicanos pueden tomar estas recomendaciones para crear talleres, campañas o programas de apoyo emocional dirigidos a jóvenes estudiantes, trabajadores y cualquier persona afectada por la postergación constante.
En resumen, la procrastinación es un síntoma, no un fallo personal, y afrontar las emociones que la causan puede transformar radicalmente la productividad y el bienestar.
En las próximas semanas, habrá que estar atentos a nuevas investigaciones desde hospitales y centros de salud mental que puedan complementar estos hallazgos y aplicar en México estrategias de salud emocional más integrales.