En un análisis reciente del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, se reveló que la tasa de homicidios dolosos en México ha disminuido de 86.9 a 64.9 muertes diarias en los últimos diez meses, lo que representa una reducción del 25%. Sin embargo, esta cifra alentadora contrasta con datos alarmantes sobre la violencia que afecta a los jóvenes en el país.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), durante el año 2024 se registraron 33,241 homicidios en México, de los cuales el 11.1% correspondió a mujeres y el 87.8% a hombres. En particular, los homicidios se han convertido en la principal causa de muerte para los hombres jóvenes de entre 15 y 24 años, y la segunda para las mujeres de la misma franja etaria. Este fenómeno resalta la grave situación que enfrenta la juventud, donde la violencia se traduce en la principal causa de muerte anticipada.
El riesgo del bono demográfico
Actualmente, México cuenta con más de 31 millones de jóvenes en el rango de 15 a 24 años, que representan casi el 24% de la población total. A pesar de contar con este bono demográfico, el país enfrenta el riesgo de perder a una generación entera debido a la violencia. La mayoría de estos jóvenes son hombres, y la situación se agrava al observar que muchos se ven tentados a participar en actividades delictivas en lugar de continuar sus estudios.
La falta de políticas públicas efectivas para combatir el crimen y ofrecer alternativas de desarrollo ha llevado a que, en lugar de estar en las aulas, muchos jóvenes se involucren en contextos de violencia. Los programas sociales destinados a apoyar a aquellos que no estudian ni trabajan han sido insuficientes para romper las dinámicas de participación delictiva en este grupo etario.
La educación como solución
Es imprescindible que el Estado mexicano evalúe y redirija sus políticas públicas para evitar que la nación siga perdiendo a sus ciudadanos del futuro. Los datos son claros: más del 50% de los trabajadores desocupados en el país tienen menos de 30 años, lo que refleja una alarmante tasa de desempleo juvenil. Esta situación ha facilitado el reclutamiento de jóvenes por parte de grupos delincuenciales, resultando en muertes violentas que se podrían evitar.
Los informes presupuestales demuestran que la educación no ha sido la prioridad del gobierno para formar una ciudadanía sólida y participativa. Apoyar a los jóvenes en su educación y brindarles herramientas para acceder a empleos dignos no solo es un imperativo moral, sino que también es necesario para el bienestar de toda la sociedad. Como hemos mencionado en numerosas ocasiones, la educación es la verdadera manera de sacar a las personas de la pobreza.
En conclusión, como bien dijo Eduardo Galeano: “A los jóvenes les roban la vida, y a la sociedad le roban el futuro.” Es momento de actuar y garantizar que las nuevas generaciones tengan un futuro más brillante y libre de violencia.