La tragedia que marcó la vida de Gabriela Casco hace casi una década se ha reavivado con una noticia que ella jamás habría querido escuchar. A solo unos meses de que la sentencia contra Javier Odera por un triple homicidio quedara firme, Casco ha denunciado que el condenado ha sido contratado por la Secretaría de Seguridad de la Municipalidad de Navarro. “No se está respetando la Justicia”, expresa con dolor, y añade: “Volvieron a matar a mi hijo”.
El 22 de noviembre de 2014, el accidente que cobró la vida de su hijo, Ramiro Pizzolato, de 20 años, dejó una huella imborrable en su familia. En aquel fatídico día, Odera, al volante de una camioneta, impactó contra un camión. La maniobra que el camionero describió ante la jueza del Tribunal en lo Correccional N°1 de Mercedes, Gisela Selva, como un “zigzag”, resultó fatal. Ramiro y otro pasajero fallecieron al instante.
La contratación de Odera, revelada a principios de julio, ha generado un profundo malestar en la comunidad y en la familia de Ramiro. Este hombre, condenado a tres años de prisión en suspenso y siete años de inhabilitación para manejar, fue nombrado como el reemplazo del ex auxiliar Ignacio Cioncci, encargado de sectores cruciales como Seguridad Vial y Licencias de Conducir. A pesar de su historial delictivo, la municipalidad optó por ignorar las implicaciones de su pasado.
Gabriela recuerda con angustia el momento en que tuvo que identificar el cuerpo de su hijo en la morgue: “Me abre el cajón y estaba Ramiro dormido”, relata, con la voz entrecortada. La lucha por justicia comenzó desde ese instante trágico y ha sido un camino lleno de obstáculos y dolor. Durante ocho años, Gabriela recopiló pruebas y testimonios que evidenciaban la responsabilidad de Odera en la muerte de su hijo. Fue un proceso arduo que la llevó a contactar a Viviam Perrone, fundadora de Madres del Dolor, y a Alberto Linares, quien la asesoró legalmente.
Los testimonios de los compañeros de Ramiro fueron fundamentales durante el juicio de 2022. Muchos de ellos contaron cómo Odera no solo había puesto en riesgo sus vidas al conducir de forma imprudente, sino que también los había transportado en condiciones laborales inadecuadas. “Por su negligencia, me lo arrebató de los brazos”, enfatiza Gabriela, quien indica que la cantidad de pasajeros en la camioneta excedía lo permitido por la ley.
La jueza Selva, tras analizar un extenso expediente de aproximadamente 500 fojas, decidió condenar a Odera. Sin embargo, la pena no ha tenido el efecto esperado para la madre de Ramiro, quien sostiene que la justicia no se ha cumplido. “Una condena que no me dio nada, porque a mi hijo nadie me lo devuelve”, subraya, resaltando su frustración ante la falta de cumplimiento efectivo de la pena.
La situación se agrava aún más con la noticia de que, un mes antes de su designación, Gabriela afirma haber visto a Odera al volante. “Me descompuse en mi casa”, recuerda el momento en que se enteró. Esto la llevó a presentar una denuncia ante el Juzgado de Ejecución N° 1 de Mercedes, instando a que se controle el cumplimiento de la pena impuesta.
Gabriela ha expresado su indignación en carta formal dirigida a la municipalidad y a las autoridades correspondientes, señalando que, “ahora Odera no solo seguirá conduciendo autos ilegalmente, sino que, además, será quien otorgue licencias y controle el Monitoreo de Seguridad y de Tránsito”. La madre de Ramiro, al mirar atrás, reflexiona que “hoy es volver para atrás con ese dolor que me acompañará por el resto de mi vida y de mi familia”.
El caso ha generado una ola de reacciones en la comunidad, donde muchos cuestionan la decisión de la municipalidad de contratar a alguien con un historial tan grave. En un momento donde la seguridad vial es un tema crucial, la elección de personal en áreas de responsabilidad parece no haber considerado las implicaciones de tal decisión.
Diez años después de la tragedia, la lucha de Gabriela Casco continúa. Su voz resuena como un llamado a la justicia y a la memoria de aquellos que han perdido la vida en siniestros viales. “Volvieron a matar a mi hijo”, repite, con la esperanza de que su historia no caiga en el olvido y que se tomen medidas para evitar que otros sufran lo que ella ha vivido.