Un episodio reciente del podcast Masters of Scale, presentado por Suzy Welch, autora y profesora en la Universidad de Nueva York, ha puesto de relieve el creciente problema de burnout entre los millennials y los trabajadores de la Generación Z. Según Welch, este fenómeno no se origina tanto en la intensidad del trabajo, sino en la falta de recompensas comparativas que recibieron generaciones anteriores.
Los jóvenes profesionales actualmente enfrentan jornadas laborales que se asemejan a las de sus predecesores, pero con la conciencia de que sus esfuerzos raramente se traducen en mejoras significativas en su calidad de vida. Este desencanto se traduce en frustración y agotamiento emocional.
Welch compartió una conversación impactante que tuvo con una joven freelancer de 25 años, quien le solicitó más contenido sobre la fatiga que sienten las generaciones más jóvenes. Cuando Welch le comentó que ella también trabajaba siete días a la semana a su edad, la joven respondió: “Sí, pero tú tenías esperanza”. Esta afirmación resonó profundamente en Welch, quien reflexionó sobre cómo en su época el trabajo duro se relacionaba con recompensas tangibles y mejoras en la vida personal.
Un informe de Aflac, citado por Fortune, revela que el 66% de los millennials reporta altos niveles de agotamiento profesional. Se sugiere que las expectativas y presiones contemporáneas juegan un papel crucial en esta situación. Las diferencias con respecto a generaciones anteriores son evidentes: ambientes laborales más exigentes, la presión de estar siempre conectados y un mercado laboral altamente competitivo, donde la estabilidad y el crecimiento profesional ya no son garantizados.
Los jóvenes también han tenido que lidiar con múltiples crisis globales, como el cambio climático, la inestabilidad política, los efectos prolongados de la pandemia de COVID-19 y la incertidumbre económica. Según un estudio de Harvard, casi la mitad de los jóvenes de entre 18 y 25 años considera que su salud mental está deteriorada, influenciada por la percepción de que “todo se está viniendo abajo”.
Otro factor que distingue a estas generaciones de las anteriores es la realidad económica. Mientras que para los baby boomers un trabajo estable significaba poder vivir con comodidad y adquirir propiedades, muchos millennials y miembros de la Generación Z se encuentran lidiando con deudas estudiantiles significativas y altos costos de vida. Se estima que enfrentan pagos mensuales considerables en préstamos educativos, lo que limita su capacidad de ahorro.
La combinación de estas circunstancias —altas exigencias laborales, recompensas limitadas, crisis globales y presión económica— contribuye a que los jóvenes sientan que sus esfuerzos no son reconocidos ni recompensados, lo que aumenta su vulnerabilidad al burnout.
En México, la situación no es más alentadora. Según El Economista, la tasa de informalidad en jóvenes menores de 24 años se sitúa en el 67 por ciento, lo que les deja en una posición vulnerable, sin acceso a prestaciones, derechos básicos, vacaciones, contratos, seguridad social o atención médica. Estas condiciones han llevado a muchos jóvenes a considerar la migración a otros países en busca de mejores oportunidades laborales.