El Museo Nacional de San Carlos presenta ahora una exhibición impactante que revive las antiguas formas en que México enfrentaba la muerte en el siglo XIX, a través de cerca de cien piezas que incluyen pinturas, esculturas, fotografías y objetos funerarios. La muestra El beso de la muerte. Representaciones mortuorias en el arte y la cultura visual del siglo XIX abre una ventana directa a los ritos y costumbres de duelo que parecían esenciales para sentir y expresar la pérdida.
En entrevista con Luis Alberto Gómez Mata, curador de la exposición, se explicó que esta muestra invita a una reflexión urgente sobre cómo en el siglo XXI hemos invisibilizado el dolor y la nostalgia que antes formaban parte natural del duelo, incluso en fechas emblemáticas como el Día de Muertos. La exposición estará abierta hasta el 29 de marzo de 2026, brindando meses para visitar esta experiencia singular.
Un recorrido entre arte, memoria y muerte
La exhibición está dividida en cuatro núcleos que desarrollan las distintas formas en que la sociedad mexicana del siglo XIX encaró la muerte. En La antesala de la muerte, se muestra cómo la enfermedad era un presagio inminente de muerte en una época sin antibióticos ni vacunas, donde la higiene escaseaba y la muerte acechaba a cada instante.
En el segundo núcleo, Cara a cara con la muerte, se explora el concepto europeo de memento mori, que recuerda a todos que la muerte es universal, sin importar clase o género. Aquí destacan obras que reflejan la fragilidad y efimeridad de la vida.
La muerte como memoria en imagen y objeto
En la sección La muerte retratada, los visitantes encuentran imágenes que hoy pueden parecer macabras, pero que en su tiempo constituyeron el último gesto de amor: fotografías de cuerpos fallecidos, retratos y esculturas que buscaban mantener viva la memoria de quienes partían. Se exhiben obras emblemáticas, como Este es el espejo que no te engaña de Tomás Mondragón, donde se muestra la mitad de una mujer junto a su esqueleto, y piezas de artistas de renombre como José Guadalupe Posada y Julio Ruelas.
También se incluyen fotografías funerarias de Romualdo García y Juan de Dios Machain, quienes usaban su lente para preservar el último recuerdo tangible de los seres queridos.
Rituales de duelo y vestigios simbólicos
El núcleo final, Los lugares de la memoria, profundiza en los rituales y las actitudes que acompañaban el duelo. Destacan las esculturas funerarias y el vestuario específico que las mujeres debían portar al perder a su esposo, donde el negro riguroso era obligatorio durante tres años.Plañideras emblemáticas se representan con vestidos, paraguas, guantes y más, visibilizando el impacto social del duelo.
Complementa este núcleo una vitrina con objetos personales como guardapelos, tarjetas de memoria y pulseras hechas con cabello, que hoy pueden parecer macabros pero eran formas íntimas de conservar la memoria de los muertos en el siglo XIX.
El curador indicó que la exposición busca conectar emociones y costumbres históricas con el presente, invitando a los visitantes a repensar cómo enfrentamos hoy la muerte y el duelo.
El beso de la muerte representa no solo un viaje artístico, sino un puente emotivo con las raíces culturales mexicanas sobre un tema que sigue siendo universal y profundamente humano.
Para quienes quieran conocer una México menos visible y más íntima, la cita es en el Museo Nacional de San Carlos en CDMX, hasta el 29 de marzo de 2026. Más que una exposición, una experiencia que conmueve y enseña sobre la memoria, el amor y la aceptación de la muerte.
 
						
									
































































 
					 
								
				
				
			 
							 
							 
							 
							 
							 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				