Pedro Sánchez intensifica la presión internacional para vetar a Israel de participar en Eurovisión 2026 en una votación decisiva que tendrá lugar en noviembre, con un peso clave de países árabes y aliados europeos.
La Unión Europea de Radiodifusión (UER) convocará una votación secreta donde España, apoyada por RTVE, busca sumar votos para bloquear exclusivamente la participación de Israel en el certamen musical que se realizará en Viena. Este veto temporal dejaría fuera a Israel solo en 2026, permitiendo su regreso en 2027.
España y sus aliados empujan la votación
Junto a España, los gobiernos de Países Bajos, Irlanda y Eslovenia activaron una ofensiva diplomática para adelantar la votación de diciembre a noviembre, buscando un impacto inmediato en Eurovisión. El caso neerlandés es especialmente notorio, ya que la cadena AVROTROS anunció que no participará en 2026 si Israel permanece inscrito, citando la grave situación humanitaria en Gaza tras los ataques de octubre.
Como miembro del Big 5, España tiene un rol prioritario en las decisiones del certamen internacional, y la postura pública del presidente Sánchez, con críticas severas al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, fortalece su influencia.
Países árabes y musulmanes, el factor decisivo
La votación de noviembre incluirá a 67 cadenas de 55 países miembros de la UER, excluyendo a Israel. Países árabes como Argelia, Egipto, Jordania, Líbano y Túnez poseen derecho a voto y, aunque ninguno ha participado antes, su posicionamiento será clave en un escenario tan polarizado.
También se consideran decisivos estados como Turquía —que mantiene una postura crítica desde que abandonó el festival años atrás— y Marruecos, que pese a tener pactos con Tel Aviv, ha condicionado en el pasado su participación al veto israelí.
La UER exige para esta decisión una mayoría simple mediante voto secreto, sistema que protege a las emisoras de presiones públicas pero añade incertidumbre sobre el resultado real.
Abstenciones y movilización, el desafío final
Según la fuente especializada Eurovision Fun, la votación podría dividirse en 20 votos a favor del veto, 19 en contra y 17 abstenciones. En este escenario, la estrategia de Sánchez estará en convencer a los países indecisos y evitar que los estados árabes elijan la neutralidad.
La diplomacia cultural aquí se mezcla con la política internacional: cada país tiene 24 votos repartidos en emisoras públicas, limitando el poder de naciones con muchas cadenas y asegurando un equilibrio colectivo.
Para lograr la exclusión de Israel, España deberá también persuadir a países europeos más pequeños, como Andorra y San Marino, pero también a potencias eurovisivas tradicionales como Suecia y Noruega, donde la posición aún no está definida.
Respuesta diplomática de Israel
En respuesta, el presidente israelí Isaac Herzog reconoció públicamente que está movilizando esfuerzos para asegurar la plaza de su país en Viena 2026. Para Israel, un veto en Eurovisión sería una derrota política importante y un precedente que podría extenderse a otros espacios deportivos y culturales.
Esta batalla cultural muestra la paradoja de que países sin representación alguna en Eurovisión, como muchos árabes y musulmanes, puedan decidir excluir a uno de los competidores más exitosos del festival, con cuatro victorias recientes desde 1978.
Qué sigue y por qué importa para México
La votación clave ocurrirá en noviembre y será un termómetro internacional que mezcla la política regional con el espectáculo global más visto en Europa. Para México, que sigue con atención el tema de Palestina y mantiene relaciones diplomáticas con Israel, esta tensión refleja cómo los conflictos geopolíticos actuales impactan también las manifestaciones culturales globales.
En los próximos días, la comunidad hispana y los seguidores del festival estarán atentos a las señales de los países indecisos y al manejo diplomático de España, cuyo equipo busca convertir Eurovisión en un escenario para denunciar la gestión actual del conflicto de Gaza y la política israelí.
Este proceso confirma que Eurovisión trasciende la música y se convierte en un campo de juego para diplomacias estratégicas, donde la votación secreta y el peso político de cada miembro pueden cambiar el curso de un evento cultural global.
