La cumbre entre Vladimir Putin y Donald Trump en Alaska marca un momento crucial en la geopolítica y la economía mundial. Este encuentro se produce en un contexto de crisis sin precedentes para Rusia, la cual enfrenta su peor situación económica en décadas, exacerbada por el conflicto en Ucrania y las sanciones internacionales que limitan su capacidad de maniobra.
Desde el inicio de la guerra en Ucrania en febrero de 2022, la economía rusa ha sufrido un colapso significativo. Los ingresos por exportaciones petroleras se han desplomado, llevando el déficit fiscal a niveles alarmantes. En este escenario, Putin busca en Alaska un respiro financiero que le permita aliviar la presión sobre su gobierno, donde las voces de descontento comienzan a hacerse más audibles.
Las expectativas de este encuentro son altas. Putin ha presentado un pliego de demandas que incluye el levantamiento de las sanciones occidentales y concesiones territoriales en Ucrania, como la cesión de la región del Donbás y Crimea. Sin embargo, Washington llega a la mesa de negociaciones con la firme intención de endurecer aún más las medidas punitivas si no se logran avances concretos.
Trump ha sido claro en sus declaraciones, subrayando que la economía rusa se encuentra en una situación crítica. En una reciente entrevista con CNBC, el ex presidente estadounidense afirmó: “La economía rusa no está haciendo bien las cosas en este momento”, añadiendo que la presión internacional podría intensificarse si no se alcanza un acuerdo. Esta postura pone a Putin en una posición complicada, ya que la guerra ha llevado a un aumento en el gasto militar, que alcanzará este año casi $172,000 millones, cerca del 8% del PIB ruso, según informes de la Carnegie Endowment.
El impacto de las sanciones ha sido devastador. En los primeros años del conflicto, Rusia logró resistir gracias a los altos precios del petróleo y a estrategias de comercio indirecto. Sin embargo, la caída del precio del crudo, que pasó de aproximadamente $100 por barril al inicio del conflicto a unos $60 en 2025, ha reducido drásticamente los ingresos del estado. De acuerdo con el Banco de Finlandia, en julio, el petróleo ruso se vendió a solo $55 por barril, afectando severamente el presupuesto estatal que se había calculado sobre un precio promedio de $70.
La deuda corporativa en Rusia ha aumentado un 71% desde julio de 2022, alcanzando los 36.6 billones de rublos (cerca de $460,000 millones), concentrándose en sectores militares y estratégicos. Esta expansión de la deuda ha generado preocupaciones sobre la salud del sistema financiero ruso, que enfrenta riesgos de colapso. El Banco Central, bajo la dirección de Elvira Nabiullina, ha elevado la tasa de interés al 21%, el nivel más alto en más de dos décadas, en un intento por controlar la inflación, que ha superado el 10%.
A medida que se intensifica la crisis, funcionarios rusos están preocupados por el futuro de las empresas estatales y la posibilidad de un aumento en los impagos. La situación se ha vuelto tan grave que el ministro de Economía, Maxim Reshetnikov, ha declarado que Rusia está “al borde de caer en recesión”. En este marco, el encuentro en Alaska se presenta como una oportunidad para que Moscú busque alivio a su asfixiante situación financiera.
Sin embargo, la posibilidad de un acuerdo que ponga fin a la guerra también plantea riesgos. Algunos analistas advierten que una reducción significativa del gasto militar podría desencadenar una ola de quiebras entre contratistas endeudados. Por otro lado, si Trump cumple su amenaza de imponer sanciones petroleras más duras, las consecuencias para la economía rusa podrían ser devastadoras.
Putin ha encargado a su equipo evitar la recesión “bajo cualquier circunstancia”, pero el deterioro del sector financiero se ha vuelto más evidente. El segundo mayor banco del país, VTB, reportó una caída del 49% en sus ingresos netos por intereses durante el primer semestre de 2025, lo que refleja la magnitud de la crisis. En esta situación, la cumbre de Alaska no solo representa un reto para ambos líderes, sino que podría redefinir el futuro de la guerra en Ucrania y la estabilidad económica de Rusia.
Las negociaciones en Alaska son, por lo tanto, un punto de inflexión. Para Moscú, representan una chance de aliviar la presión económica y ganar margen político, mientras que para Washington son una oportunidad para negociar desde una posición de fuerza. La forma en que se desarrollen estas conversaciones podría tener repercusiones no solo en la guerra, sino también en la posición de Rusia en el sistema financiero global.