María Elena “Hello Kitty” narra su vida en Santa Martha marcada por abuso, homicidios y ausencia de justicia
En Santa Martha Acatitla, uno de los penales más conocidos de Ciudad de México, se resguardan historias que reflejan la violencia y exclusión social que enfrentan las mujeres privadas de libertad. Entre ellas, destaca el testimonio impactante de María Elena, mejor conocida como “Hello Kitty”, quien revela una vida dominada por el abuso familiar, la drogadicción, la prostitución forzada y múltiples homicidios.
“Hello Kitty” ha ganado notoriedad dentro y fuera de la prisión gracias a su historia expuesta a través del podcast Penitencia. En su relato desgarrador, denuncia el abandono institucional y la falta de protección que sufren muchas mujeres en México, mostrando cómo la línea entre víctima y victimaria puede borrarse cuando el sistema falla.
Infancia rota y tatuajes que simbolizan venganza
María Elena adoptó el apodo “Hello Kitty” desde su infancia, identificándose con la figura de la gatita que lleva moños, mismos que ahora plasma en sus tatuajes para representar a sus víctimas. Su niñez estuvo marcada por la violencia familiar. A solo 10 años huyó de su hogar para escapar de los abusos sexuales de su hermano mayor, sin recibir apoyo ni protección de su madre.
Sus primeros años en las calles de la colonia Guerrero fueron un refugio y una escuela de supervivencia ante la discriminación y la pobreza extrema. Allí se enfrentó a la adicción, la prostitución y la maternidad precoz, pues a los 13 años ya era madre, con un hijo que perdió a causa de golpes durante el embarazo —un crimen que nunca recibió justicia.
De víctima a victimaria: tres homicidios bajo la sombra de la violencia
El primer ingreso de María Elena a prisión fue a los 17 años tras cometer su primer homicidio, un acto que asegura fue impulsado por drogas y manipulación mental. Desde entonces, acumuló múltiples sentencias que sumaban inicialmente 135 años de cárcel por delitos que incluyen feminicidio, intento, abuso de confianza y lesiones, aunque ha conseguido reducción y espera poder salir en dentro de dos años.
Su venganza fue un motor tras años de abusos sexuales y tortura, como el secuestro y violación por parte de un grupo de hombres que denunciaron sin obtener respaldo: “No te puedo ayudar porque eres prostituta y drogadicta, no vales”, le dijeron autoridades.
Reconoce que cometió tres homicidios en represalia, identificando a sus agresores por sus tatuajes. Sin embargo, cuestiona la justicia que ella recibió en contraste con la impunidad de sus victimarios.
Redención y crítica al sistema penitenciario
María Elena admite que las drogas le permitieron sobrellevar el dolor físico y emocional, pero que la sobriedad la enfrenta a una realidad dolorosa. En Santa Martha ha experimentado un proceso de introspección y aprendizaje que incluye trabajar en su tolerancia y en la forma en la que se relaciona, alejándose de la violencia como respuesta.
Su vínculo con sus hijos es una fuente constante de remordimientos. Lamenta no haber sido una madre ni hija ejemplar, y expresa el deseo profundo de reconciliarse y ser perdonada: “Me arrepiento de la mamá que fui, no fui un buen ser humano.”
Finalmente, “Hello Kitty” lanza una reflexión poderosa para quienes comparten historias similares: el encierro en sí no define a la persona, sino las acciones de cada individuo dentro y fuera de prisión.
“Ya veo la situación diferente… sé que puedo enfrentar los desafíos sin recurrir a la agresión.”
¿Qué sigue para ‘Hello Kitty’ y el sistema penitenciario?
El caso de María Elena pone en evidencia la urgente necesidad de revisar las condiciones de exclusión social, violencia y falta de protección institucional que afectan especialmente a mujeres privadas de la libertad en México.
Su historia no solo es un testimonio de violencia y supervivencia, sino también un llamado profundo a instituciones y sociedad para erradicar la impunidad y brindar verdaderas oportunidades de reinserción y rehabilitación.
La experiencia de “Hello Kitty” en Santa Martha sigue desarrollándose mientras la interna avanza en un proceso de cambio personal que podría marcar un precedente en cómo se entienden y atienden las mujeres en el sistema penitenciario mexicano.
