Donald Trump lanzó un llamado contundente a la cúpula militar de Estados Unidos para vigilar al “enemigo interno” y anunció una transformación radical en las fuerzas armadas, en un discurso lleno de urgencia y tono bélico.
En una reunión extraordinaria con altos mandos militares, convocada en la base de los Marines en Quantico, Virginia, Trump prometió “resucitar el espíritu guerrero” y dejar atrás lo que calificó de “basura ideológica”, criticando directamente políticas de diversificación y sensibilización que habían incorporado su antecesor.
El secretario de Guerra, Pete Hegseth, utilizó un lenguaje duro para describir la nueva fase del ejército estadounidense, anunciando un recorte de al menos el 20% de los generales y almirantes de cuatro estrellas, y el fin a muchas prácticas consideradas burocráticas o políticas, como las “quejas anónimas” y la tolerancia a estilos personales como barbas o pelo largo en altos oficiales.
“Guerra desde el interior” y despliegue en ciudades clave
Trump calificó a ciudades gobernadas por demócratas, incluyendo San Francisco, Chicago, Nueva York y Los Ángeles, como zonas “peligrosas” que deben ser puestas en orden “una por una” mediante la Guardia Nacional que actualmente opera en varias urbes tras recientes disturbios.
“Esto también es guerra: una guerra desde el interior”, advirtió el presidente, quien incluso sugirió usar algunas de estas ciudades como “campos de entrenamiento” para el ejército, ante la negativa de alcaldes demócratas a colaborar con la presencia militar.
“Se acabó esta mierda”, afirmó Pete Hegseth al descartar las políticas de inclusión y género recientes.
Nuevo enfoque en estándares físicos y combate
El llamado a “una nueva mentalidad guerrera” implica también un retorno a estándares estrictos y neutralidad de género en el reclutamiento y entrenamiento, poniendo énfasis en la capacidad física para labores de combate.
Hegseth aclaró que no se excluye a las mujeres, pero que quienes aspiren a cargos de combate deben cumplir con criterios basados en la resistencia física, elevando esos requisitos para formar un ejército más “fuerte, recio y rápido”.
Reorganización y despidos en la cúpula militar
Desde el regreso de Trump a la Casa Blanca en enero, el Pentágono ha sufrido cambios sin precedentes. El presidente ha ordenado ofensivas militares en el Caribe contra narcotraficantes, ataques contra instalaciones nucleares iraníes y acciones contra grupos Huthi respaldados por Irán en Yemen.
En un movimiento sin precedentes, Trump despidió sin explicaciones al jefe del Estado Mayor, Charles Brown, así como a otros altos oficiales de la Armada, Guardia Costera y Fuerza Aérea. La reducción del número de generales y almirantes es parte de una estrategia para acabar con lo que califican como “décadas de decadencia”.
Impacto y contexto internacional
Esta radicalización militar y política tiene repercusiones que podrían extenderse más allá de las fronteras estadounidenses. El endurecimiento del ejército y la vigilancia sobre “el enemigo interno” generan preocupaciones sobre el uso de la fuerza en territorio norteamericano, algo insólito para un país con fuerte tradición democrática y separaciones institucionales claras.
Para México, estas nuevas directrices en la política de seguridad de Estados Unidos podrían afectar la estabilidad regional y la cooperación en temas de seguridad y migración, especialmente por el incremento de tensiones en las ciudades fronterizas y el despliegue militar en territorio EU.
¿Qué sigue?
El despliegue de la Guardia Nacional y una posible militarización de las ciudades podrían intensificarse en las próximas semanas, al tiempo que se esperan más cambios en el alto mando militar y en las políticas internas del Pentágono. La tensión política dentro y fuera del ejército estadounidense será un punto clave a seguir con atención.
Trump y su equipo confían en una transformación rápida de las fuerzas armadas, consolidando una línea dura que podría marcar un antes y un después en la estrategia militar y política de la primera potencia mundial.