La tartamudez es un trastorno del habla que se caracteriza por bloqueos, repeticiones de sonidos o palabras, y silencios. Según la Fundación Española de la Tartamudez, aproximadamente el 2% de los adultos y el 5% de los niños en España sufren de este problema, lo que se traduce en alrededor de 800.000 personas en el país. Este trastorno generalmente comienza en la infancia, entre los 2 y 5 años, y es más común en niños, con una proporción de cuatro a uno respecto a las niñas.
Clara Gutiérrez, logopeda especializada en tartamudez y miembro del Colegio Profesional de Logopedas de la Comunidad de Madrid, explica que la tartamudez tiene un origen neurobiológico. No se considera una enfermedad, sino una dificultad para comunicarse que puede aparecer y desaparecer en diferentes momentos. La detección temprana es crucial para el éxito del tratamiento.
Es fundamental que, al notar los primeros síntomas, se acuda a un logopeda para una evaluación más precisa. Gutiérrez enfatiza que, tras esta valoración, se puede realizar un diagnóstico inicial y proceder con la intervención adecuada, lo cual es clave para evitar que las disfluencias se consoliden.
Además de los síntomas del habla, los niños que tartamudean suelen experimentar manifestaciones físicas como una sensación de pérdida de control que les lleva a evitar el contacto visual. Esto puede resultar en comportamientos secundarios, como la sustitución de palabras y el uso excesivo de muletillas, junto con sentimientos de vergüenza y frustración, creando un círculo vicioso.
El origen exacto de la tartamudez no está completamente claro, aunque se reconoce que existe un componente genético; por lo tanto, es más probable que aparezca en personas con antecedentes familiares. Aproximadamente el 80% de los niños con tartamudez logran mejorar sus disfluencias con intervención temprana, que puede incluir sesiones directas con el paciente o con la participación de los padres.
Es importante aclarar que la tartamudez no se “cura”, ya que no es una enfermedad. Sin embargo, se recomienda un seguimiento durante al menos un año después del diagnóstico para evaluar si las disfluencias persisten. El objetivo es ayudar a que la persona pueda comunicarse sin barreras y proporcionar estrategias para situaciones que requieren una comunicación más fluida.
Un mito común es que la tartamudez está relacionada con los nervios. Gutiérrez señala que una persona que tartamudea no necesariamente está nerviosa. La Fundación Española de la Tartamudez ha creado una guía práctica para ayudar a entender cómo interactuar con personas que tartamudean. La idea errónea de que alguien con disfluencias no puede ser un buen comunicador se debe desmentir, ya que históricamente muchas personalidades exitosas, como el cantante Marc Anthony, que fue tartamudo hasta los 12 años, han demostrado lo contrario. De hecho, Anthony ha mencionado que la música le ayuda a controlar sus disfluencias.
Curiosamente, los tartamudos pueden cantar sin experimentar bloqueos, dado que el proceso de la música no requiere el mismo procesamiento que el habla. Otros famosos que han enfrentado este trastorno incluyen a Marilyn Monroe y Bruce Willis, quienes han logrado sobresalir en sus respectivos campos a pesar de esta dificultad.