Revelaciones científicas desmantelan la leyenda negra sobre la maldición de Tutankamón. Después de un siglo de rumores y supersticiones, estudios genéticos recientes confirman que la muerte del joven faraón fue producto de graves problemas de salud derivados de su linaje familiar y enfermedades infecciosas.
El 4 de noviembre de 1922, el arqueólogo británico Howard Carter descubrió la tumba intacta del faraón Tutankamón en el Valle de los Reyes, un hallazgo que se convirtió en el evento arqueológico más emblemático del siglo XX. Sin embargo, esa hazaña histórica se vio ensombrecida por rumores de una presunta “maldición” que afectó la vida y la muerte de varios involucrados en la excavación.
La leyenda cobró fuerza tras la muerte del financista Lord Carnarvon, quien fue picado por un mosquito en 1923 y murió a causa de una infección septicémica agravada por neumonía. A partir de ahí, ocurrieron otras muertes inexplicables entre el círculo cercano a Carter, potenciando el mito de un castigo sobrenatural.
La ciencia rompe con los mitos: el ADN habla
Sin embargo, recientes estudios publicados por especialistas en genética forense han revelado la causa real de la muerte prematura de Tutankamón. Según Kenneth Garrett, investigador consultado en un artículo de National Geographic, los análisis determinaron que Tutankamón sufrió numerosos episodios de malaria, enfermedad transmitida por mosquitos, combinados con una grave lesión ósea llamada enfermedad de Köhler que afectaba su pie.
Pero la explicación más impactante proviene del examen del ADN: los padres del faraón eran hermanos de sangre, lo que incrementó riesgos genéticos en el linaje y posibles defectos congénitos como malformaciones óseas y paladar hendido, comprometiendo seriamente su salud desde la concepción.
¿Quiénes eran sus padres? El misterio resuelto
La identidad del padre del joven faraón fue un enigma hasta que en 2010 se comparó el ADN de su momia con otras momias reales. Los expertos confirmaron que Akenatón, el faraón que intentó instaurar el monoteísmo en el antiguo Egipto, fue probablemente su padre. Esta revelación esclarece décadas de especulaciones históricas que apuntaban a varios candidatos.
La combinación letal de herencia familiar consanguínea, enfermedades óseas graves y malaria explica por qué Tutankamón murió apenas a 18 años, mucho más allá de cualquier influencia mística o “maldición” atribuida por la prensa y la cultura popular.
Un legado que resiste al tiempo y la manipulación
Howard Carter, hasta su fallecimiento, mantuvo su postura racional y científica, negando siempre la existencia de hechizos fatales: “Si esa maldición existiera, yo habría sido la primera víctima”, afirmó reiteradamente.
La tumba del faraón continúa siendo un tesoro arqueológico invaluable. Sus más de 5,000 objetos intactos ofrecen una ventana única al antiguo Egipto, lejos del sensacionalismo y las supersticiones.
Para México y el mundo, esta última evidencia científica ofrece un ejemplo claro de cómo la historia y la ciencia pueden desmentir mitos arraigados y permitir un entendimiento profundo y veraz del pasado.
Este descubrimiento también resalta el impacto de la genética y la medicina en la investigación arqueológica, confirmando que muchas leyendas pueden responder en realidad a causas médicas y biológicas perfectamente explicables.
Con estas revelaciones, se abre un nuevo capítulo en la comprensión de Tutankamón y su legado, recordándonos que la verdadera “maldición” fue una dolorosa herencia genética y no fuerzas oscuras que afectan a quienes estudian la historia.































































