En México, un fenómeno silencioso afecta a millones de trabajadores cada día: el “bajón postalmuerzo”. Este letargo se manifiesta en una notable disminución de energía y concentración durante las primeras horas de la tarde. A menudo se culpa a la comida, pero un estudio de Infobae revela que este cansancio es independiente de lo que se consuma.
La explicación radica en la biología del ser humano, específicamente en el cerebro. El locus coeruleus, una pequeña región del tronco encefálico, es responsable de la producción de noradrenalina, un neurotransmisor clave para mantener la alerta. Según la neurocientífica Dr. Mithu Storoni, esta área del cerebro funciona como una caja de cambios: su actividad varía a lo largo del día, alcanzando un pico por la mañana y disminuyendo hacia el mediodía, lo que propicia la somnolencia.
Este patrón está ligado al ritmo circasemidiano, un ciclo biológico que ocurre cada 12 horas y que predispone al cuerpo a descansar a mitad del día. La intensidad de este bajón varía según el cronotipo de cada individuo; los madrugadores lo sienten más temprano que los noctámbulos.
A pesar de la creencia popular de que las comidas pesadas o ricas en carbohidratos son las culpables, la evidencia sugiere que su influencia es menor de lo que se piensa. Un estudio histórico en ratas indicó que los carbohidratos podrían aumentar el triptófano, precursor de la serotonina y melatonina, pero investigaciones con humanos, como las del Dr. William Orr, no encontraron diferencias significativas en la somnolencia postcomida.
Además, la teoría de que la digestión desvía sangre del cerebro no tiene respaldo científico; el flujo sanguíneo cerebral se mantiene constante durante el proceso digestivo. Aunque se considera que el sistema nervioso entérico, conocido como el “segundo cerebro” del intestino, podría tener un impacto, estos mecanismos aún no están completamente comprobados.
La siesta como herramienta de productividad
Para combatir el letargo, la solución más efectiva es la siesta breve. Estudios han demostrado que estos descansos cortos no solo mejoran el estado de ánimo y la atención, sino que también pueden tener beneficios a largo plazo para la salud cerebral. La Dra. Vicky Garfield de la Universidad de Liverpool encontró que quienes duermen siestas regularmente mantienen un volumen de materia gris comparable a un cerebro entre 3 y 6 años más joven.
La duración de la siesta es crucial. Los expertos coinciden en que debe ser corta, entre 10 y 20 minutos, para evitar la inercia del sueño, que puede surgir si se exceden los 30 minutos. Un meta-análisis del Prof. Tomohide Yamada también reveló que siestas prolongadas están asociadas con un mayor riesgo de diabetes tipo 2.
Alternativas para quienes no pueden dormir
Para los que no tienen la oportunidad de tomar una siesta, hay alternativas efectivas. El Dr. Alejandro Fernandez-Montero sugiere una caminata ligera de 30 minutos, que puede proporcionar un efecto revitalizante similar al de un breve descanso. La Dra. Garfield también recomienda realizar actividades relajantes lejos del escritorio, como leer o escuchar música.
Desde la perspectiva de la gestión del tiempo, la Dra. Storoni propone reorganizar la agenda, programando tareas menos demandantes en la tarde y reservando los desafíos intelectuales para las horas de mayor alerta.
Finalmente, es esencial recordar que un sueño nocturno de calidad es la base para un día productivo. Comprender y adaptarse a los ritmos naturales del cuerpo permitirá manejar el bajón vespertino de manera más efectiva, promoviendo una jornada laboral más equilibrada y saludable.